martes, 4 de octubre de 2011

Periódicos del siglo XIX: “El Telégrafo Mercantil”



Repaso histórico de una de las publicaciones que marcó una época en el 1800.



El primero de septiembre de 1801 nació el “Telégrafo mercantil, rural, político-económico e historiógrafo del Río de la Plata”, dirigido por Francisco Antonio Cabello y Mesa.


El tipo de noticias de las que hablaba distan mucho de las que estamos acostumbrados a leer en la prensa contemporánea: antes que los hechos significativos más recientes, son textos informativos sobre la naturaleza, la geografía, la historia o aun anécdotas y leyendas locales.


El periódico aparecía para sus lectores como un texto útil para todos y, para cierto público, necesario: ningún patriota ilustrado debía dejar pasar la oportunidad de instruirse y de apoyar un emprendimiento tan beneficioso.


Luego el perfil cambió y el lector imaginado por el periódico se definía como un sujeto débil, racional hasta cierto punto, pero marcado por carencias específicas. Así, quienes leían el periódico eran con especialidad, para Cabello y Mesa, la juventud y el “baxo Pueblo”, el común de las gentes.






Pero lo gran parte de los lectores estaba compuesta por sujetos educados, parte de la elite burocrática y mercantil de la ciudad de Buenos Aires y del resto del virreinato rioplatense. El periódico, entonces, no fue “la educación de los que no la tienen” ni la lectura de los que no leen, sino que era consumido por los miembros más encumbrados de la sociedad colonial.


El contenido se llenaba con la presencia de numerosos debates y polémicas de distinto tipo. Estas condiciones de discusión en “El Telégrafo Mercantil” nos indican que difícilmente fueran sus lectores aquellos que se retrataban como holgazanes para la lectura e incapaces de fijar la atención; antes bien, nos hablan de una práctica compleja y una relación fluida y constante con la letra escrita.


Su abrupto final, en octubre de 1802, ha sido explicado a partir de la insatisfacción de las autoridades por las sátiras y críticas insertas en la publicación, tanto por algunos comentarios políticos como, sobre todo, por su contenido reñido con el sentido del “buen gusto” de la época: Cabello y Mesa definía la función del periodismo como la difusión de las “luces”, considerándolo la institución ilustrada por excelencia.

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